viernes, junio 20, 2008

La génesis caótica de los planetas (7ma. y última parte)

Continuación del artículo de Douglas N. C. Lin publicado en la revista Scientific American del 12 de mayo de 2008, cuya primera parte traduje aquí.


8. Comienzan las operaciones de limpieza
Tiempo: 50 millones a 1000 millones de años

Llegados a este punto, el sistema planetario está casi formado. Algunos efectos continúan ajustando detalles: la desintegración del cúmulo estelar más amplio, que puede desestabilizar por vía gravitacional las órbitas de los planetas; las inestabilidades internas desarrolladas luego de que la estrella haya consumido por completo el disco gaseoso; y la constante dispersión de los planetesimales remanentes por parte de los planetas gigantes. En el Sistema Solar, Urano y Neptuno arrojaron a los planetesimales al cinturón de Kuiper o hacia el Sol. Júpiter, contando con mayor gravedad, los arrojó hacia la nube de Oort, al mismísimo borde del dominio gravitacional del Sol. La nube de Oort podría contener el equivalente de hasta unas 100 Tierras de materia. Cada tanto, un planetesimal del cinturón de Kuiper o de la nube de Oort cae hacia el interior en dirección el Sol, creando un cometa.

En la dispersión de los planetesimales, los propios planetas emigran algo, lo que explicaría la resonancia entre las órbitas de Neptuno y Plutón [consultar Migrating Planets, por Renu Malhotra; Scientific American, septiembre de 1999]. Saturno, por ejemplo, alguna vez pudo haber recorrido una órbita más cercana a Júpiter y luego haberse movido hacia el exterior, un proceso que explicaría el llamado bombardeo pesado posterior: un período particularmente intenso de impactos en la Luna —y presumiblemente en la Tierra— que ocurrió unos 800 millones de años después de la formación del Sol. En algunos sistemas, colisiones épicas de planetas completamente desarrollados podría ocurrir en una etapa tardía de la formación del sistema.

Punto final: La configuración final de planetas y cometas.


No existe el gran diseño

Antes de la era de los descubrimientos de planetas extrasolares, el Sistema Solar era el único estudio de caso que teníamos. Aunque proporcionó mucha información sobre la microfísica de procesos importantes, también restringió nuestra visión de cómo otros sistemas pudieron desarrollarse. La sorprendente diversidad planetaria descubierta en la década pasada generó una enorme expansión de nuestros horizontes teóricos. Nos hemos dado cuenta de que los planetas extrasolares son la última generación de los sobrevivientes de la secuencia de formación protoplanetaria, emigración, alteración y evolución dinámica en curso. El relativo orden del Sistema Solar no refleja ningún diseño grandioso.

Los teóricos dejaron de proponer escenarios para explicar los vestigios de la formación del Sistema Solar y se enfocaron en la construcción de teorías con algún poder predictivo, las que serán puestas a prueba por las próximas observaciones. Hasta ahora, los observadores sólo han visto planetas con la masa de Júpiter alrededor de estrellas similares al Sol. Con una nueva generación de detectores, buscarán planetas del tamaño de la Tierra, bastante comunes, según el escenario de la acreción secuencial. Es posible que los científicos planetarios sólo hayan comenzado a ver la gran diversidad de mundos en este universo.

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